Santa Sofía de Estambul, que data del año 537 d.C., es más que un edificio: es un narrador de historias. Con su elevada cúpula central, sus relucientes mosaicos y su intrincado trabajo en piedra, esta obra maestra bizantina ha vivido muchas vidas: primero iglesia, luego mezquita, más tarde museo y ahora mezquita de nuevo. A lo largo de 1.500 años, ha sido testigo del auge y la caída de imperios, y hoy se erige como un sorprendente símbolo de la singular mezcla de culturas orientales y occidentales de Estambul.